Claramente me salpicó

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Cuando uno se declara abiertamente «algo» ese algo le persigue en su día a día.

Cuando me mudé a Utrera y decía que soy de La Rinconada siempre estaba el que me atosigaba con si conocía a tal o cual persona. Yo, además, compartía espacio con un fanático de La Rinconada y de los churros del Bar Alegría, así que no había día que no se me acercara para recordarme lo ricos que están esos churros y que me preguntara si, al fin, conocía o reconocía a su amiga entrañable de La Rinconada. 

Cuando volví a La Rinconada no fueron pocas las personas que se acercaron a mí para preguntarme si conocía a su primo de Utrera y para recordarme lo ricos que están los mostachones de Diego Vázquez o las lenguas de Cordero. Con respecto a esto último no os voy a mentir, odio recordar lo lejos que vivo de la confitería Cordero. Sin ánimo de ofender a ninguna confitería de por aquí, es solo que una le coge cariño a determinadas personas y, para qué engañarnos, a determinados pasteles. 

Cuando me definí políticamente de izquierdas, todo el mundo me preguntaba sobre mi pensamiento sobre tal o cual medida de este u otro partido. Esto es genial, conste, para mí debatir de política es algo sanísimo. Lo único problemático es cuando quien te pregunta, luego no quiere escuchar lo que le tienes que decir. Bueno, eso es otro tema. 

Y en su momento me declaré orgullosamente feminista y, ay, Shakira, la que ha liado en mi vida. No son pocos los debates que surgen alrededor de la nueva canción de Shakira con Bizarrap y no son pocas las preguntas, con mayor o menor intencionalidad, que he recibido en estos últimos días. 

Yo no suelo entrar al chisme, si me interesara tendría sintonizado en mi televisor Telecinco, pero esto ya ha traspasado el cotilleo y se ha incrustado en el debate más feminista y a la vez menos feminista del 2023: ¿está bien la nueva canción de Shakira?

Empecemos por lo primero. Mi bachillerato fue orientado a las artes escénicas y la música. Además, me gusta pensar que tengo buen oído musical. Para mí es una canción básica y eso la convierte en una muy buena canción viral. Sin ser yo muy fan ni de Shakira ni de Bizarrap debo confesar y confieso que se me ha pegado como un chicle al pelo. Además, como autónoma y empresaria, eso de «las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan» es un sueño, porque facturar facturo poco pero lo de no llorar lo llevo mal el último día laborable de cada mes.

Y luego está el chisme, que eso anima cualquier cotarro en este país. Que si Shakira no está siendo sorora con Clara, que si Clara es una destrozahogares y no fue sorora con Shakira. En realidad nadie está hablando de Piqué, solo estamos destrozando a dos mujeres que sufrieron y sufren de la mejor y peor enfermedad que se pueda tener: el amor. 

Para quien no lo sepa, la sororidad es un término relativamente nuevo. Viene de la mano del feminismo y habla, en términos simples y generales, de la solidaridad entre mujeres. 

Ahora no va a hablar la feminista que llevo dentro, sino la Clara que un día fui. Mi Clara es diferente, es solo «la nueva y joven novia» pero al fin y al cabo es una Clara. Una Clara que se vio amenazada e insultada en redes sociales por una mujer despechada que me acusaba de romper una relación que ya estaba rota. Una Clara que sufrió el desprestigio en el sitio nuevo en el que se mudó y que se vio afectada emocional y laboralmente por el despecho ajeno. El Casio nuevo, pero que al fin y al cabo solo un reloj barato, un Casio que solo se podía atacar por el físico. En su momento lo pasé mal, no nos vamos a engañar, pero entendí que el despecho es solo una etapa más en la vida. Y es que, amigos, el amor no es sororo, ni solidario. El amor llega y lo inunda todo. Te lleva a extremos y te cambia la vida, para bien o para mal. El amor es precioso y a la vez horrible, un trabajo a jornada completa. Y no me refiero solo al amor romántico, sino a todos los posibles, incluido el amor propio. El amor se siente o se padece según el momento y cada uno lo gestiona como quiere o puede. 

Ahora la feminista que hay en mí desea que la pelea en el barro que todos los que entran a esta discusión quieren no se produzca y que seamos capaces de entender que todos tenemos épocas mejores y peores y que eso no nos define para el resto de nuestras vidas. Seamos más empáticos y disfrutemos de la música y de la vida sin criminalizar.

Para terminar, como fan de Casio, y sin dobles mensajes, quiero decir que los Rolex me parecen demasiado clásicos y sobrevalorados. Un Rolex te dará la hora —a qué precio— mientras un Casio es capaz de sacarte de un apuro cuando las cuentas no te salgan.

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