La política se define como «el arte de hacer posible lo necesario».
Hoy reivindicamos que tenemos que hacer lo necesario para que sea posible.

Lo posible es el futuro. Un futuro, el nuestro, en el que la juventud es actor principal, rechazando falsedades como eso de «la chavalería de la que hay que tener miedo», la juventud desganada que dejar de lado porque no tenemos experiencia y no nos interesa la política, incluso que no tenemos valores. Falsedades para que nos quedemos en casa, resignados ante lo que nos espera para que no actuemos en el presente.

El presente es que somos la generación del estrés. Estrés por no saber si podremos tener unos estudios que, además, quizá no nos permitan tener un trabajo. Estrés por saber que, si no hacemos algo, no tendremos posibilidad de tener una casa. Estrés porque no nos permiten, siquiera, la posibilidad de formar una familia antes de los 35. Estrés porque no podemos ser dueños de nuestra propia vida. Esto es mucho estrés para ser tan jóvenes.

Hace 9 años fueron los jóvenes los que llenaron las plazas para decir a los poderosos que nuestra vida no les pertenece. Hoy, tenemos que ser los jóvenes los que digamos que todo aquello que nos decían que era imposible, hoy es derecho, y que vamos a seguir conquistándolos. Que vamos a conquistar el derecho a una sanidad de calidad, donde nuestra salud sexual no sea moneda de cambio y donde nuestra salud mental se convierta en una prioridad. El derecho a unos estudios que no supongan hipotecar nuestros sueños.

El derecho a ser mujeres. A poder vivir nuestra sexualidad sin ser etiquetadas de forma violenta, a salir de fiesta sin ser vistas como carne. Tenemos derecho a la vida, no sólo a la supervivencia.

El derecho a ser hombres. A poder caminar por la calle y tener la certeza de saber que la chica de delante se siente segura. A tener una mano amiga cuando nos derrumbemos. A expresarnos como queramos.

Hoy, venimos a decir que vamos a seguir defendiendo nuestro planeta, empezando por nuestros ríos y arroyos. Vamos a dar la batalla por el agua, que quieren convertir en el nuevo petróleo, mientras dejan que se sequen nuestros espacios naturales y se agrava la emergencia climática. Ellos quieren enriquecerse a costa de nuestro futuro, pero no les vamos a dejar.

No ha sido un presidente, un intelectual o un nobel de la paz los que han puesto las cartas boca arriba y han quitado las caretas a todos los que juegan a los dados. Ha sido una joven la que dijo: ¿para qué voy a estudiar si no tendré un mundo en el que ser adulta?

Nos llaman la generación de cristal, en un intento por desactivar nuestra fuerza, nuestro ímpetu. Les venimos a demostrar que nada de lo que nos digan nos frenará, que no vamos a ser como ellos, corteses mientras nos roban la vida, sino que haremos lo que haga falta. ↑ No es momento de centrarse en qué podemos decir y qué no, ni utilizar las palabras que menos duelan.

Es el momento de hablar con claridad. El momento de los jóvenes. Es el momento de nuestra lucha, de derribar todas las barreras y a quienes nos desorientan, de desenmascarar a los intereses extraños que nos quieren explotar.

Es tiempo de actuar. Es tiempo de volver a soñar. Este es nuestro tiempo.

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