Cuando uno llega a las inmediaciones del IES Antonio de Ulloa, en el núcleo de La Rinconada, una de las primeras cosas que ve es el inmenso cartelón de la Junta en el que se anuncia la construcción de seis aulas sobre planta. Un poco menos de 700 000 euros es lo que han costado dichas aulas. Justo detrás de esta ampliación —un anuncio a bombo y platillo— se esconde la nave de formación práctica de la Formación Profesional.
Una nave en la que los alumnos de soldadura o mecanizado, en invierno, deben llevar gorros, guantes y bufandas porque la temperatura puede no superar los 10º —cuando comienzan, a las 8 de la mañana, es normal que no supere los 4ºC—, ropa que aumenta el peligro de atrapamientos mortales.
En verano la cosa no mejora: las máquinas, la ropa térmica necesaria y la estructura metálica de la nave —apenas una chapa ondulada— convierten el aula en un infierno en el que no son infrecuentes los golpes de calor. El último, el pasado año, se saldó con un desmayo que casi no acaba en tragedia, pues de dar con la cabeza en una de las máquinas, podría haber sido fatal.
Y es que el interior de la nave está atestada de máquinas debido a que el instituto ha absorbido las líneas del IES San José. El espacio entre máquinas no supera en ningún sitio el metro, siendo lo normal que la mayoría se encuentren a apenas medio metro una de otra. Esto convierte a esta nave en una ratonera en caso de cualquier accidente —recordemos, se trabaja con gases inflamables, soldadores, máquinas que provocan chispas—, puesto que las propias máquinas entorpecen llegar a los extintores y, aún más, encontrar la salida. UNA, para ser exactos, es la salida de emergencia que el plano de evacuación declara.
Para llegar a ella es necesario discurrir por un laberinto de máquinas juntas entre sí, con voladizos a la altura de la cabeza, salientes afilados y ganchos en los que quedarse atrapado. De hecho, yo mismo me quedé enganchado por la manga de mi chaqueta cuando, tras asistir a la reunión entre la concejala y el director y un profesor, nos disponíamos a abandonar la nave. Este pequeño e inocente incidente me hizo reflexionar sobre el peligro que suponía estar en medio de una emergencia y salir corriendo buscando la salida.
El peligro de accidente en esta nave no proviene solo de la volátil mezcla de alumnos inexpertos —algunos de ellos menores— y productos inflamables, también de la propia estructura. En las paredes interiores, como vergonzosos testigos de una catástrofe anunciada, las marcas que dejó la última lluvia que se filtró entre el tejado cortado y los bloques prefabricados. En el camino del agua, líneas y enchufes eléctricos y las propias máquinas, que comienzan a oxidarse.
El personal del centro se ha reunido en varias ocasiones con la Junta, que echa balones fuera, les da largas o niega tener conocimiento del asunto mientas ya les ha advertido de que tendrán aún más ciclos formativos y alumnos. Sobre los desperfectos, que «valorarán si los incluyen en el próximo Plan de Infraestructuras». Algo que, con toda la razón, en el centro consideran un insulto a la inteligencia.
«La gota que colmó el vaso de nuestra paciencia fue la muerte de Faustino» (trabajador de 24 años recientemente fallecido en accidente laboral en Sofitec) nos dice David, profesor del centro. «Vimos como un chaval que se había formado durante cinco años con nosotros y que seguía rigurosamente las normas de seguridad perdía la vida». Su decisión, denunciarse a sí mismos a la Inspección de Trabajo y no permitir que los alumnos den formación práctica mientras dura la situación tiene los primeros resultados: un informe demoledor de los inspectores que, en privado, les confiesan que si se tratase de una empresa, estarían totalmente clausurados.
Los alumnos, molestos con la situación, avisan de que es posible que, de seguir así las cosas, no se apuntarán el año que viene. «Lo entendemos, en realidad este curso es un engaño en estas condiciones» confiesa el director.
Desde la Junta buscan potenciar su modelo de FP Dual, que elimina la necesidad de talleres formativos como el del Antonio de Ulloa. «Las prácticas se hacen en empresa, que evidentemente, absorben todos los alumnos que se les manda, pero es a costa de trabajadores realmente cualificados». En el sector, algún empresario ha reconocido que los jóvenes de la FP Dual suponen el 10% de su beneficio.
Así es como la Junta mata lentamente a la FP tradicional y pone trabas a la FP Dual pública. «Yo a mi sobrino le digo que si quiere estudiar una FP Dual, se vaya a la privada, que están regados con muchísimo dinero y tienen máquinas de última generación» nos dice avergonzado David. Reconoce que le duele esta situación, pero que en esos centros no hay el peligro como con el que tiene que lidiar todos los días al formar a sus alumnos.
Nuestra concejala se reunió el pasado 8 de marzo con el personal del IES Antonio de Ulloa y está trabajando con parlamentarios andaluces y estatales para exponer el caso.
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