Intervención realizada en el Pleno Ordinario de 20 de noviembre de 2023
Hoy celebramos el acuerdo entre las fuerzas políticas aquí representadas —y por tanto, el acuerdo entre toda la sociedad rinconera— para elevar esta declaración institucional. Una declaración que lo es tanto de repulsa hacia la violencia machista como un compromiso de trabajo por su erradicación.
Los orígenes del 25N hablan de violencia machista, de revolución, de dictadura y de fascismo, de tres hermanas consagradas a la labor de conseguir la libertad para ellas mismas y para los ciudadanos dominicanos. Su cobarde ejecución, hecha pasar por un accidente de tráfico, fue el principio de la caída de Trujillo y sus muertes, fueron, son, serán, un grito de libertad para todos los pueblos.
El movimiento feminista entendió esto pronto: la fuerza del feminismo es necesaria para el avance de esta sociedad. No hay un solo avance popular democrático feminista que no tenga por parte de los que se creen poderosos una respuesta en forma de violencia y un intento de disciplinamiento, de reeducación.
Hablamos hoy aquí de igualdad, feminismo, seguridad y dignidad. De una libertad completa para todas las mujeres. En definitiva, de vivir una sociedad más justa.
Debemos decir, por tanto, que el silencio es cómplice de las injusticias, es lo contrario de la política, de esto que estamos haciendo hoy aquí. El silencio deslegitima el sufrimiento de quien sufre la discriminación, de quien sufre el miedo, de quien teme las consecuencias de querer ser libre. De ser mujer en una sociedad que, aunque ha avanzado, sigue mostrando las hechuras de un modelo cosificador que nos reduce a un objeto de deseo, a una empleada de hogar, a un ser inferior. Por tanto, y con la misma lógica que el castigo a los esclavos, en un ser subhumano que puede ser golpeado, vejado, asesinado.
El ránking europeo de países que más han avanzado y que más respetan la igualdad entre mujeres y hombres dice que España ocupa por primera vez la cuarta posición. Es decir, estamos en la buena senda.
No obstante, no podemos celebrar y normalizar esta situación. Debemos aunar esfuerzos, considerar este asunto de la máxima importancia y seguir trabajando. Creemos que la violencia hacia las mujeres, como aquí se está visualizando, debe ser una conquista de toda la sociedad, en el que todas las fuerzas (culturales, sociales, políticas) han de olvidar cualquier atisbo de instrumentalización y remar hacia su completa erradicación.
Para acabar con las violencias machistas debemos llegar a tiempo. La educación es clave en todos los estratos de la sociedad: no se trata de llegar a tiempo a solucionar el problema de una mujer, sino que debemos llegar a tiempo para cambiar el paradigma. Debemos llegar a tiempo.
Hemos de ser cautas. Cuanto más fuerte es el movimiento feminista, más se incrementan las violencias machistas, no por ser inútil, sino al contrario. Es la respuesta del fascismo machista ante el desplazamiento efectivo de unos privilegios —sociales, salariales, familiares— largamente dados por hecho. La violencia vicaria es un claro ejemplo de esta concepción de dominación sobre todas las cosas, de una forma silenciosa pero no menos monstruosa de fascismo, de terrorismo: la amenaza y la destrucción de aquello que amamos.
Negar la violencia machista tiene consecuencias: invisibiliza, vuelve a meter en el hogar aquello que es social, que es una cuestión pública, que nos priva como sociedad de parcelas de libertad y como personas, muchas veces, de la vida.
No podemos terminar sin recordar que, si una mujer sufre violencia, tiene a su disposición no solo el 016, también el WhatsApp 600 000 016. Que no callemos ante una agresión machista, llamemos al 112. En esta batalla no estamos solas, está toda la sociedad.
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