Intervención realizada en el Pleno Ordinario de 18 de septiembre de 2023

Buenos días. Qué decir a quienes nos escuchan, a quienes nos acompañan hoy aquí, de este punto, sino lanzar un enorme aplauso femenino y feminista.

Al recibirse esta subvención, se duplica la capacidad del área de Igualdad, estableciéndose unos marcos de trabajo y desarrollo en los que nosotras, como ya nos comprometimos en la comisión de Igualdad, aportaremos en la medida de nuestras capacidades e influencia. No queda sino felicitar a la delegada y al equipo técnico por el trabajo y dedicación invertidos en el planteamiento del proyecto. Un proyecto que proviene de políticas feministas valientes que avanzan, pese a todo, por sendas de progreso y persecución de una, valga la redundancia, igualdad efectiva entre mujeres y hombres. Quisiera detenerme brevemente aquí, con el consentimiento de este Pleno y su Presidente, para clarificar algunos términos que, en algunos sectores de la ciudadanía y la política, no han quedado del todo claros. No son otros que feminismo, igualdad y violencia de género.

El feminismo es el movimiento social —y por tanto, político— que propugna la equiparación de los derechos de las mujeres a los de los hombres, y nada más. Derechos
como los políticos o económicos—recuerdan aquello de estar casada para votar, o abrirse una cuenta o ser, como quien les habla, dueña de una empresa—; derechos como los sociales —a poder estudiar en la universidad, elegir el marido o la mujer que una desee, a poder desarrollarse en el trabajo sin temor a ser madre— derechos como los vitales —a salir de fiesta o a correr, al igual que cualquier hombre, y volver a casa—.

Igualdad, y con ello las delegaciones municipales de Igualdad, o a mayores, el propio ministerio de Igualdad, que son la concreción práctica de este movimiento, de esta
demanda social que es el feminismo. Son la respuesta a esa demanda. Una respuesta que desde 2008 a 2010 tuvo por cabeza a Bibiana Aído y una más que vilipendiada ley del Aborto —un derecho de la mujer a disponer de su propio cuerpo, a planificar su vida y que 13 años después, el Constitucional dijo, el pasado febrero que, oiga, aquí no hay nada que ver y que todo cuadra con nuestra Carta Magna—. Las mismas fuerzas vienen atacando la Igualdad, como respuesta al feminismo, hoy en la figura de Irene Montero —con la reforma y ampliación de esa misma Ley del Aborto, o con la Ley del Sólo Sí es Sí, sobre la que se han desatado los mismos ríos de tinta que en 2008, quizá con más veneno—.

Y violencia de género, que es la reacción cavernaria y troglodita de una alberca de problemas a los que la sociedad solo acaba de asomarse. Poca o nula gestión de los
sentimientos, expresión violenta de los mismos y una doble sensación de normalidad e impunidad impregnan lo que es la base del mayor problema social de nuestro país: el negacionismo de que se agrede o mata a las mujeres por ser mujeres. No por ser madres, hijas, hermanas, socias o colegas, no. Sino por ser el objeto del mal entendido deseo de algunos individuos que consideran, además, que es su coto de derecho. Esta violencia de género —y no intrafamiliar, doméstica, o cualquier eufemismo que se le quiera colocar— está fundamentada en un hecho objetivo: la propia desigualdad entre sexos como motor de las relaciones de subordinación que otorgan poder a los hombres. Por todo ello, y con la tristeza de estar alcanzando las mismas cifras de feminicidio en 10 meses de este 2023 que en todo el año pasado, son más necesarias que nunca las áreas de Igualdad, las delegaciones de Igualdad, los ministerios de Igualdad. Ni un paso atrás en esta lucha que es de todas, que es de todos.

Dicho todo lo cual, reitero mi felicitación y apoyo a la delegación de Igualdad: todas
juntas, podemos llevar esto adelante.