Viendo los informes jurídicos y de fiscalización, viendo que no hay un mayor coste para las arcas municipales y que el puesto a crear, aún de asesoramiento, puede ser muy beneficioso para la toma de decisiones en el ámbito de la Agenda 2030, votaremos favorablemente.
Permítanme, expresado el sentido del voto, una pequeña reflexión acerca del gran cachalote blanco. ¿Qué es la Agenda 2030? Depende de a quién escuchen, es un plan para imponer el Nuevo Orden Mundial, el gran reinicio (o gran sustitución, si hablamos de inmigración) o el Plan del comunismo por goteo. Esta última es, sin duda, la más divertida de todas en cuanto al marco mental, pero todas ellas son peligrosas por cuanto la desinformación asociada llega a las mismas personas que han de beneficiarse de la implantación de esta agenda que, ahora sí, es un gran esfuerzo mundial para 17 objetivos generales tan locos como acabar con la pobreza en el mundo, erradicar el hambre, conseguir agua limpia, saneamiento y energía asequible, o un trabajo decente que no esté reñido con el crecimiento económico. Ojo, un crecimiento sostenible, que no tenemos planeta B. Ya ven, dicho así —como es— pues no se le ve el cariz ideológico al asunto. Claro está, si no se saca provecho de la pobreza (que obliga a condiciones laborables inhumanas, pero más rentables), si no se mercadea con los alimentos de forma especulativa (y aquí si quieren podemos hablar del aceite de oliva). Si la sanidad no se considera un derecho sino un negocio, pues es entendible que a esto se le llame ideología.
En La Rinconada, donde habitamos, hablamos de las urgencias, de mejores colegios para todos, de que no haya rinconeras acudiendo a Servicios Sociales, de que no miremos si este u otros veranos tengamos que vivir en las piscinas municipales porque, de nuevo, se convierta en el más caluroso de la historia. Ya ven, cosas que se hablaron en 2015 en un lugar tan remoto como Nueva York pueden tener una incidencia tan directa sobre nosotros, un no tan pequeño rincón de la vega sevillana.
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