Los presupuestos para 2025 nos colocan en un momento clave: ya no basta con demostrar que sabemos proponer, ahora toca demostrar que sabemos sostener esas propuestas en el tiempo. Venimos de un año de aprendizaje acelerado, de entrar en la maquinaria municipal con humildad pero con firmeza, y de comprobar que la política que escucha tiene más recorrido que la que grita.

Este año queremos consolidar un método: menos improvisación, más planificación compartida. La experiencia vecinal es nuestro mapa, porque nadie conoce mejor un barrio que quien lo vive día tras día. Las conversaciones que mantenemos en la calle, en los comercios, en las comunidades, son la base sobre la que se construyen estos acuerdos programáticos. Sin ellos, cualquier documento sería papel mojado.

2025 debe ser también el año de corregir. Corregir inercias administrativas, corregir dinámicas políticas vacías y corregir errores propios. Saber rectificar no es debilidad, es respeto hacia la gente. Y si algo hemos aprendido es que, cuando se escucha de verdad, las prioridades cambian.

Este documento marca un rumbo: avanzar con calma, sin fuegos artificiales, y con un objetivo muy claro —que la política local vuelva a ser una herramienta útil, cercana y capaz de resolver lo cotidiano. Lo importante. Lo real.